Difícil, lo hemos comprobado, que ninguna cabeza sustituya a la suya, aunque ella puesta en algo que no sea dentro de mi camisa, tal se parece a Hemingway y no porque doblen las campanas... aunque todos esos trazos tiene: de venir de un entierro, llanto, si examinan sus ojos, hay decepción, una conformidad con la amargura en la cual no está dispuesta a sumirse, la roja sangre de su cuello lo declama: Jugarse el toro por el toro y no a sus pitones me humillo cual Quevedo al oro.
Alejandra Pizarnik ¡Por supuesto! Sigue siendo Alejandra aunque haya perdido la cabeza gracias a su sociedad criminal y los esbirros pagados por la misma, psiquiatras, instituciones a expensas del dinero que le robaron montadas: Psiquiátricos, Psiquiatrías y sus Pirovanos.
Y tampoco es de ella el orejón de Gremlim que le asoma, sobra decirlo. ¿O no? La gente suele tener en el culo las dotes de la observancia.