Me parece tan pasada de sanguinolencia y gratuita de sadismo la película de Mel Gibson sobre la pasión de Cristo que nadie en su sano juicio debería

perder su tiempo en verla. Pero ¿quién dijo que una estuviese en su sano juicio? Imposible estarlo si atrapada en un mundo enfermo donde los únicos que tienen libertad para actuar son precisamente los "fidedignos historiadores" hoy con el sumo poder de las salas de cine para contarnos su versión de la historia la escriben siempre los caníbales, o sádicos como el mentado, o sea los vencedores.
La Braveheart gran mentira sobre Escocia, ¿estuvo pagado por los escoceses para chinchar así a la madre patria England ya que allí, por mucho que Escocia sí fuese en su día un reino aparte de Inglaterra, ya se pueden cuidar muy mucho de reivindicaciones etarras, ¡que ni a los irlandeses respecto de Irlanda consienten!? O ¿Le pagaron esa vez, cuando el Apocalipto, los ingleses, los norteamericanos, no hay nada de lo que no sean capaces con tal de hundir lo hispano o lo iberoamericano en la más negra miseria, leyenda negra para ellos tan cuerno de la abundancia que siempre resultó?
Es realmente asqueroso este tipo sanguinolento, sádico como ni Sade osaría. La crueldad gratuita que llega a exhibir. Por mucho que la bestialidad más negra siempre acompañase en toda su andadura a mundo macho, jamás llegaría a las cotas de gratuidad que éste describe. Se pasa más de mil pueblos en eso de los azotes y otros palos sin sentido derribados sobre el crucificado, igual en Apocalipto, igual en Braveheart, ¡¡y se pasa, muy por supuesto, en la capacidad de aguante que respecto a las torturas o en general el dolor físico pueda tener un ser humano aunque éste apuntase a dios o despuntase hercúleo cavernícola!!
Bueno, pues ya que yo he perdido mi sagrado tiempo en verla, dado que estoy o habito en un mundo bastante más demencial de lo que sería capaz de describir incluso un sádico como el nombrado.... Recuerdo uno de aquellos sueños tan vívidos que tuve en el tiempo en el que todavía estaba Alejandra en el mundo, finales de los sesenta principio de los setenta del siglo pasado (qué interesante queda esto del tiempo, esto de decir respecto de lo que se vive, "el siglo pasado"): Un Cristo aparecía en uno, que tras ser clavado por las muñecas por una bestialidad sin nombre aunque en pollas, macho, energumenismo así, neuronas tan deficientes así, y alzado contra los cielos más que debajo de, este reproche hacía, sin palabras (sin palabras o con, ya no recuerdo bien aquel onirismo privilegiado por la imagen más que por el verbo): "La sangre ha llegado hasta ahí", o "llega hasta ahí", la sangre la maldad. Y se veía un mar de sangre cubriéndolo todo hasta llegarle a la altura del cuello al crucificado.
¡Pues incluso semejante sueño, ¿dónde más sangre que ahí, el planeta tierra inundado en sangre hasta la altura del cuello de alguien que fue alzado sobre una cruz a su vez alzada sobre un monte fuese éste una calavera?, incluso!, es menos gratuito en sangre que el cinematográfico tomate, estampita de cómic de boxeador con un ojo tapado su títere actor, que este cineasta derrama.
La sangre llegando hasta el cuello del crucificado. ¿Dónde estábamos los demás? Nada ni nadie más se veía en ese desierto de sangre. ¿Habíamos perecido ahogados en ese diluvio de sangre? ¿Los demás éramos la sangre de ese diluvio, ni siquiera otra humana facción, otra diferencia en ese delirio?
Esta imagen sí sería cinematográfica además de artística, además de espiritual filosófica, etc. ¿Qué cineasta me la filma? Ni Moisés abriendo los mares es más cinematográfico.
La etiqueta que le pongo a este trabajo no tiene mucho que ver, pero como va de cine...