contrario que ella, no habitar ningún corazón humano. No habitar, ¡NO SER!, no haber nacido. No habitar entre los aparecidos, ni en los tierros, ni en las Cielas de Alejandra. ¿Para qué conocerse de allí, cuando no de aquí? ¿Para qué conocerse... sin conocerse, que dijeron los desgraciados, y a veces mezquinos de su raza, del adentrarse (por lo general el torpe macho en la hembra lobotomizada desde tan antiguo que todavía le queda) y en este caso la una en la otra hasta desaparecer, de pulverizarse los ojos de la sed de mirar una rosa... cuando sólo a ellas veo?
La que suplicó llamas y ardimos. Efectivamente. Si tú habitando mi corazón desde que aceptaste la muerte a la que te entregaron me has arrastrado por este... ¿destino? (¡¿A esto se le puede llamar destino?!, dime tú que allí donde nada se ignora habitas) rumbo a conocerte de muerta vísperas de Aparecida, ¿no habré yo de suplicar llamas, una llamarada de más energía que la que dio comienzo al mundo... y si quieres me acompañas, allí no hay nada que pueda "obligarte" al llamarse "destino"?
Ni soñar, de dormir, de estar muerta, de no haber nacido. Una llamarada que todo lo deshiciese, aunque tú lo habitases.
Al final nos hemos entendido, mi querida muerta más viva que todos.
Diferencia entre afiliado y militante político
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Hace 1 semana