"La rebelión es mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos" Alejandra Pizarnik-en esta vida

"Solo veo rosas" Alejandra Pizarnik-más allá de esta vida-

Solo soy pura rebelión, vino a decir... aunque no sola estás

Vos no está sola. Y esta rebelión se hará. Y no desde la soledad. No desde cuatro gatos somos y por eso nos pisotean. ¡Una ola de Rebelión vendrá que tambaleará los cimientos podridos de estas sociedades!



lunes, 2 de marzo de 2009

"El libro que mata a la muerte"

de Mario Roso de Luna

Dice en su cap. 8, habla de Fray Diego Durán:
Ya que no se vio directamente perseguido, hubo de sufrir por su obra la aún más temible "persecución del silencio" (cosa luego repetida con él, Roso de Luna, tanto en su tiempo como en el nuestro). Por eso ha podido decir de él un benemérito cronista mexicano, don José F. Ramírez, en una introducción a su obra: "La historia, que conserva recuerdos harto triviales, suele dejar en el olvido hechos y nombres que la posteridad inútilmente le demanda. Injusta con Fray Diego Durán, le deparó todas las desventuras que pueden perseguir al que ha consumado una larga y laboriosa vida en útiles trabajos. Apareciendo en sus obras como uno de los más ardientes propagadores del Evangelio en el sigo XVI, ignoramos cuáles fueron el teatro y fruto de sus tareas apostólicas. Diligente investigador y conservador de antiguas tradiciones y monumentos históricos, trabajó para extraños o para la polilla, no dejándonos recuerdo alguno, ni de su familia, ni de su persona." Sólo se sabe por el cronista mismo de su provincia, Dávila Padilla, QUE ERA HIJO DE MÉXICO, que escribió dos libros, uno de historia y otro de antiguallas de los indios, que vivió muy enfermo y murió en 1588. "Los escritores posteriores no han hecho más que repetir lo que aquél dijo, y algunos de ellos con variantes que despojan al desventurado escritor de lo último que se le podía quitar: su nombre, su patria y la propiedad de sus escritos."

Seguramente Roso de Luna, además de por la temática de su libro y los temas que tratase en sus obras el desventurado fraile del que hace referencia, haciéndole justicia no únicamente a través de sus palabras sino mediante cita de un tercero, el cronista mexicano José F. Ramírez, nos trae a sus páginas a Diego Durán (quitémosle el fray impuesto por la estúpida cultura de los conquistadores) como bálsamo a las propias heridas que venía sufriendo por parte de su patria cultura (esas culturas de advenedizos o instituidas, esas culturas por y para el enchufe, por y para el borreguismo del idéntico balar) a las propias heridas que seguiría sufriendo, él y su obra, él y su nombre, después de muerto.

Para nada estoy con Roso de Luna en sus tesis universalizadoras de los jinas (aunque qué más da llamar así, o llamar de otro modo, la esencia espiritual universal) y su defensa o profesión de fe en lo teosófico (jamás me gustó la madame Blavatsky) ; pero sí estoy con su gran cultura, muchas preciosas palabras e ideas que vierte en ese su libro llamado con el más hermoso nombre de libro que jamás se ideó: "El libro que mata a la muerte".
Y ya vemos por sus palabras y citas en defensa de Diego Durán, cuál es la muerte peor de todas que al ser humano honrado e inspirado trabajador de la palabra ideas o sentimientos se puede dar, la que dice el cronista mexicano José F. Ramírez en la frase que de él cita: "Los escritores posteriores no han hecho más que repetir lo que aquél dijo, y algunos de ellos con variantes que despojan al desventurado escritor de lo último que se le podía quitar: su nombre, su patria y la propiedad de sus escritos." Y la venganza o anulación de esta segunda peor muerte que se puede dar al que dio su vida por la palabra, las ideas, el ser testigo fiel de la verdad o mentira de lo justo e injusto de la torpeza e inteligencia de lo que vio, es que su libro, su palabra, siga ahí y llamándose o siendo de tan lumínico nombre o esencia: "El libro que mata a la muerte".

Grupo poético de Sombra & Sombra. Dentro de mí con ella que es yo