que encargué y me avisan diciendo que estaba. Y tal es mi espanto del centro y su flora y su fauna, ¡su calor! y acabo de dejar mi suburbial barrio con menudo fresquito, que una vez recogido el libro mencionado salgo corriendo a la boca del metro de allí cerquita para volverme a mi marginación.
Llego a casa y me encuentro, en Canal de Historia, hace unas horas que lo pasaron, documental sobre la arriesgada labor humanitaria de un diplomático sueco con los judíos de Hungría víctimas de los nazis. Horror peor que el de la Gran Vía del que vine huyendo (jamás pensé que pudiera darme gozo alguno regresar a mi barrio que odio) Hombres como éste devuelven la esperanza en el humano género. Víctima él a su vez, no de los horrores nazis, pero sí de los que ya desataba en Rusia otro grandísimo criminal como fue Stalin. Apresado por la policía política de éste, y asesinado por él, sus esbirros, así conoció hasta la médula sufriéndolo en su propia vida aquello de lo que él rescató a cien mil, y lloraba ante ellos, los que pudo rescatar y los que no, por no poder hacer lo mismo con todos.
A cien mil salvó la vida, aunque nadie pudiese salvar la suya (un hombre inocente, alma inocente declarando ante los que serían sus asesinos que había rescatado a los judíos recibiendo ayuda económica de Estados Unidos en ese mismo momento en que se iniciaba la Guerra Fría) Esta tarde, antes de ir a recoger el libro, escribía en alguno de mis diarios por aquí, en "No existe la libertad de expresión":
"Nadie hay que tenga mayor amor que el que da la vida por sus amigos".
Por tanto:
Nadie puede tener mejor Amor
que la que hace de él Palabra.
¡Entonces sí que hizo Raoul Wallenberg del Amor Palabra, sí que dio la vida por sus amigos, sí que ofreció su vida por la de esos cien mil! Puede que en su valentía y su respeto por las vidas de aquellos que todos despreciaban, de aquellos a los que los demás consideraban únicamente como ganado para el matadero, no se plantease perder él la propia vida, no pensase, o pasase de ese pensamiento, que defender a lo que, sobre todo si quienes, el resto de borregos de las sociedades, ellos sí ganado, consideraban estar hecho para darles ellos muerte, darles tortura, desprecio, hacer desaparecer, sólo puede conducir a la muerte, a la misma muerte decretada para aquello que defiendes.
Un hombre hermoso, un auténtico ser humano.
Y una hermosa mujer para que acompañe al hombre hermoso. Ella asesinada fulminantemente, esta vez por los nazis, por lo mismo: No haber mayor amor que este dar la Vida o la Palabra, ¡o este dar la Palabra más grande de todas que es la propia Vida! por no aceptar cobardemente que se asesine a otros. Ella en la Francia ocupada y desde la resistencia ayudando a escapar a los niños judíos del holocausto. Holocausto que a ella le pilló de lleno. Ciertamente ante personas así ¿qué es la tibieza del resto?
Del lado de la víctima hasta convertirse en otra. De ese lado que yo siempre estaré, sea mi propio lado, sea del lado de mí misma, sea del lado de la Palabra con más valor que es la propia Vida despreciada por todos, Palabra mayúscula e ignorada esta que se escribe con sangre o en medio del desprecio. De ese lado que yo siempre estaré, aunque nadie me haya dado el tiro de gracia, graciosa gracia la de ese tiro del pelotón de los torpes: pelotón de fusilamiento, aunque nadie me haya torturado físicamente en ningún campo de concentración nazi estalinista... Nadie me haya torturado, si no es tortura la psíquica ejerciendo presión, incluso física, sobre ti, tu vida, ejerciendo desprecio prepotente, marginación, hacia una Obra: Pues hacia una Vida. Y aquí en democracia, la que tanto se lleva las manos a la cabeza por horrores nazis o estalinistas, ¡que vaya si volverían ellas, las democracias, a reproducir en cuanto fuese la desestabilización económica propiciatoria, en cuanto ocurriese cualquier caos, cualquier catástrofe global! Ahí les espero, al borde del cambio climático que ya rozamos, a la orilla del asteroide que nos amenaza, al golpe dado por mano terrorista, o no, que se responde con otro golpe mayor, esa chulería del Islam frente a la prepotencia de Estados Unidos. Y si ya lo hemos visto, y fueron sólo dos torres (Un holocausto también para los que en ellas fueron asesinados) las derribadas, y vete a saber por la iniciativa de quién, los derechos las libertades suprimidas o recortadas según para quiénes. Y también lo vemos, si son capaces o no las democracias de procurar los holocaustos, al tamaño que sean da igual, sólo en esa duda del pensar si Ben Laden fue un simple aliado de los ocultos poderes económicos made in Usa. Ahí tenemos ya el holocausto sin ir a mayores: eso es lo que significan las vidas, incluso de sus propios (como muchos judíos eran incluso más alemanes que los propios alemanes que los asesinaran) para aquellos a los que se les concedió el poder de dirigir el mundo, y lo hacen desde sus propios bolsillos, desde las armas que los demás pusieron en sus manos.
Raoul Wallenberg / Mariam Cohem
Como un poema que no podía dejar de ser escrito.
Con estas palabras de Alejandra Pizarnik
unifico los dos mayúsculos Versos
que fueron las Vidas de esas dos personas.
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